Terapia Hortícola


A través del ejercicio de la jardinería se desarrolla la Terapia Hortícola en encuentros grupales. Las personas se sienten parte de la naturaleza. Esto modifica su conocimiento, comprensión, actitudes, actividades y relaciones de su vida. Deviene la salud como consecuencia del sentido que este conocimiento otorga a cada instante del vivir.

El rol de la Psicología en los espacios verdes

INTRODUCCION

Habitualmente el diseño de las plazas y parques de la Ciudad estuvo a cargo de arquitectos, paisajistas, ingenieros agrónomos y botánicos.

A estas concepciones podremos sumarles lo que otras disciplinas tienen para aportar.

Los ecologistas nos hacen notar que desde la revolución industrial la presión sobre el ambiente ha crecido exageradamente.

La Ética ambiental dice que la reflexión ética es lo que puede engendrar la conciencia de que el bienestar humano no esta separado del bienestar del mundo natural.

La Sociología describe el crecimiento de las ciudades actuales de forma explosiva y cómo esto nos ha llevado a vivir en viviendas mucho más reducidas generando muchos cambios en lo social y lo familiar.

Los educadores nos cuentan de la importancia del juego libre, creativo, inventado por los niños, fuera del ámbito escolar institucional para su formación como personas. Los niños inician en la plaza su contacto con el medio ambiente social aun antes de ir al jardín y la plaza acompaña al infante porteño a lo largo de toda su primaria, es un lugar educativo por excelencia.

Desde la Psicología se sabe cuan necesarios son los espacios verdes para el funcionamiento normal de la salud mental de los habitantes de la Ciudad. La Terapia Horticola (rama de la Psicología) intenta acompañar a los ciudadanos a encontrarse con un espacio urbano pensado y útil también para lo educativo, lo cultural, lo social y la salud.

Trabajar grupal e interdisciplinariamente mejora la producción lograda ya que otros puntos de vista necesariamente nos enriquecen.

DESARROLLO

Desde la Psicología comprobamos que muchas de las enfermedades actuales surgen de la disociación que produjo nuestra cultura con la naturaleza. Lejos de nuestras “raíces”, hemos creado necesidades tan alejadas de lo natural por las que corremos estresados casi en forma permanente. Podríamos decir que en las ciudades vivimos aislados del mundo natural, incluso enajenados de nuestra propia naturalidad.

Esta disociación conjuntamente con las exigencias de la vida ciudadana llevaron a la mayoría de los habitantes de la ciudad a perder gran parte de su sensibilidad. Se perdió la costumbre de utilizar los sentidos, los aromas, la capacidad de observar y tocar con los ojos, el contacto, el sonido y el gusto dejaron de estar abiertos a la percepción espontánea por los pobladores de la ciudad. Poco a poco fuimos anulando los sentidos para no ver, ni escuchar, ni oler. Es una forma de protegerse y sobrevivir a los feos olores, imágenes, ruidos, que nos ofrece la ciudad.

Las plantas poseen un efecto calmante y de confort sobre las personas. Esto esta comprobado por los estudios realizados por Marc Berman y Richard Fuller de las Universidades de Michigan y Queensland respectivamente. Ver artículo adjunto

La plaza es el lugar de reencuentro con elementos naturales que conecta a las personas con sus sentidos, percepciones, despierta la sensibilidad y la atención. En una ciudad tan grande y alejada de los ámbitos naturales, las plazas de la ciudad son los representantes de un mundo natural que nos precedió, que tiene sus leyes no dictadas por el capricho humano y donde podremos revalorizar lo instintivo en nosotros.

Este camino solo será posible si construimos plazas donde la vegetación cuente con una abundante presencia, para despertar nuestros sentidos tan aplacados por la ciudad. Aromas, colores y diversidad despertarán la sensibilidad humana tan necesaria en las personas para poder relacionarse desde el cariño, la compasión y la tolerancia.

-Abundante vegetación: esto es muy importante ya que, en una gran ciudad con exceso de construcciones y grandes edificios de la única manera que las personas vean y perciban la presencia del verde es si logramos que éste se encuentre con mucha presencia. Visualmente para hacerse un espacio visual entre el cemento la naturaleza deberá aparecer casi explosivamente.

Árboles, arbustos, herbáceas, trepadoras, rastreras, ver diversidad en formas, y tamaños recrea la posibilidad creadora de la mente humana. Así como también las plantas perfumadas y con colores estacionales despierten el interés, captan la vista, avivan el olfato y nos devuelven a un paisaje más natural y por ende más humano que el paisaje urbano construido tan solo en este último siglo.

-Vegetación nativa: es muy importante por el cuidado del ambiente, porque atraerá fauna, pájaros, insectos y mariposas que despertaran la atención del transeúnte y que requiere de menos cuidados por parte del personal de mantenimiento. Elegir vegetación nativa crea un paisaje silvestre necesario para el descanso de la mente. Al igual que sumerge al vecino en una vivencia de acercamiento a la vida natural, alejándolo de las presiones urbanas.

-Fuentes de agua: caminos y espacios tranquilos donde aquietar el barullo de la ciudad, el arrullo del agua es muy conveniente para esto.

Las plazas pueden ser un refugio contra la polución y el ruido que nos estresan en el mundo urbano. Los sonidos producidos por las hojas movidas por el viento o el ruido del agua poseen una influencia muy diferente en los sentimientos y estados de ánimo. Tanto los sonidos como los olores pueden traer a la mente recuerdos muy agradables. Estos pueden tener una influencia de recuperación psicológica en particular contra la depresión y como un antídoto contra el estrés causado por las presiones e incertidumbres cotidianas. Los efectos de sol y sombra también lo son. Es nuestra responsabilidad reencontrarnos con la naturaleza en lugar de intentar “mejorarla” con su constante conquista.

Los seres humanos originariamente nos formamos en la naturaleza y convivimos muchos siglos en contacto con ella. Esto la hace imprescindible para nosotros. Lo corroboramos cada fin de semana por las personas de la ciudad que viajan para los alrededores o el hecho que ir de vacaciones es claramente un viajar hacia la naturaleza. Por esto debiéramos destinar la mayor cantidad de superficies posibles para áreas verdes, parques, plazas, bulevares. Estos lugares disminuyen el ruido, absorben el agua y entre otros beneficios ayudan al normal funcionamiento de nuestra mente.

Desplegar y extender la necesidad humana de conectarse con lugares más naturales es parte de nuestro trabajo como terapeutas hortícolas, a través de la formación de grupos de personas que se dediquen a la jardinería, a la realización de visitas guiadas en plazas y parques, charlas acerca de la naturaleza, reproducción de plantas, viajes a lugares naturales, etc.

Fukuoka en “La Revolución de una Brizna de Paja” considera que el sanar la tierra y la purificación del espíritu humano son un mismo proceso.

Conclusión

Deberemos priorizar en cada plaza cuáles elementos responden a características que despertaran la sensibilidad de las personas. En cada plaza deberemos dirigirnos hacia modelos adecuados que puedan profundizar y ofrecer mejor calidad de vida al ciudadano, basados tanto en la necesidad de sus habitantes como en criterios de distribución de diversas propuestas de esparcimiento, descanso, recreación, culturales y de contacto con la naturaleza.

La meta deberá ser proyectar la mayor cantidad de áreas verdes en la ciudad del cemento. Y si es posible lograr el vinculo necesario entre los habitantes de la ciudad consigo mismos, naturalmente.

Andrea Sucari

Bibliografía

Bernaldez, Fernando González, Invitación a la Ecología Humana.

Fukuoka Masanobu, La revolución de una brizna de paja. Editado por Instituto Permacultura Montsant, www.permacultrura-montsant.org

Hargrove, Eugene y Kwiatkowska, Teresa, El valor intrínseco de la belleza natural.

Krishnamurti, La libertad primera y última, Editorial Cairos, S.A.

Luis Carlos Restrepo, El derecho a la ternura, Editorial Doble clic.

Víctor Massuh, Nihilismo y experiencia extrema, Editorial Sudamericana